Crónica Adrián Soto – Patinaje velocidad sobre hielo en Varsovia

2015_Varsovia_adri05_RDescubre de primera mano la aventura de Adrián Soto en Varsovia. Adrián tuvo la oportunidad de viajar a Polonia para recibir clases particulares de una modalidad un tanto desconocida y tremendamente técnica como es el patinaje velocidad sobre hielo. A continuación os dejamos con la crónica que él mismo ha escrito:

Cuando me lo dijeron por primera vez me pareció una aventura increíble y que sin duda no me quería  perder, ir a Varsovia a patinar a una pista de velocidad sobre hielo,  recibiendo clases particulares de mano de reconocidos entrenadores a nivel nacional e internacional, ¡es algo que pocos pueden decir que han hecho!

Fuimos un pequeño grupo de cinco personas las que nos lanzamos a la aventura. De lo primero que te percatas nada más asomar la nariz por la puerta del avión es ¡del frio que hace!, se notaba que era frío de verdad, del norte. Nada más desembarcar nos desplazamos al hotel donde dejamos todos los bártulos y nos dirigimos a la pista, la cual se encontraba a escasos 900 metros del hotel, para tener nuestro primer contacto con los patines velocidad sobre hielo. Yo al igual que muchos otros he patinado en el Palacio de Hielo con los típicos  patines de plástico azul, más rotos que enteros  y con cuchillas que no cortarían mantequilla ni aunque te lo propongas. Los patines de velocidad son un «poquito» diferentes por no decir que no se parecen en nada de nada jejeje.2015_Varsovia_adri06

Para los que ya hemos patinado en velocidad con ruedas la bota no es nada nuevo, de caña baja, de cuero, bastante blandita (en el hielo apenas hay alguna imperfección en el suelo, con lo cual  la bota no tiene que ser muy rígida),  pero lo que si que llama la atención es la larga y afilada cuchilla, la cual no está fija a la bota por la parte de atrás  (está enganchada mediante un muelle en la parte delantera) y cuando vas patinando  suena tac tac tac . Llega el momento  de pisar la pista, y… menos mal que teníamos la pista para nosotros solos porque teníamos que parecer auténticos patos.

La primera sensación que tienes cuando pisas el hielo es que desliza mucho y para sitios a los que no estamos acostumbrados los patinadores de ruedas, de cantear el patín hacia fuera ni hablemos porque hay caída segura. La técnica aunque estéticamente parezca similar cambia considerablemente, el deslizamiento lateral se incrementa un montón, la posición baja lo máximo posible para que el rozamiento contra el aire sea mínimo, ya que la resistencia que ofrece el hielo es bastante escasa.

 

Nuestras sesiones de entrenamiento eran intensivas pero intensivas de verdad. Nos solíamos levantar sobre las siete y a eso de las ocho ya estábamos en la pista calentando para ponernos los patines. Cuando llegaba Joanna, la entrenadora, nos poníamos en acción, entrenábamos hasta la una aproximadamente, y luego cogíamos un taxi al centro de la ciudad para comer y visitar los alrededores. Después de eso volvíamos de nuevo a la pista para la sesión de tarde -noche de entrenamiento, algunos días cenábamos en la pista y otros en el hotel, dependiendo del horario.

OLYMPUS DIGITAL CAMERACon el paso de los entrenamientos y los días ya nos vamos  notando  más seguros y algo más ágiles, claro está siempre siguiendo las indicaciones y los consejos que nos daba Joanna. Hubo caídas (y bastantes), pero lo bueno del hielo es que si te caes ¡no te haces nada!, deslizas como un disco de hockey pero  no te haces nada del otro mundo. Poco a poco ya le vamos cogiendo el ángulo a las cuchillas y la mayoría de las veces conseguimos que vayan para donde nosotros queremos. La verdad es que para un patinador de velocidad de ruedas como yo cuesta un poco olvidarse de lo aprendido, hacer un formateo completo y re-aprender a posicionar el cuerpo. Lo que más me costó asimilar fue el hecho de que tanto el impulso como el deslizamiento se realizaran la mayor parte del tiempo en canto interno (como ya comenté antes el canto externo y el hielo no se llevan del todo bien).

El último día, cuando ya se dejaron ver los progresos que habíamos  hecho tuvimos la grandísima oportunidad de competir ¡en una carrera!, la verdad es que aunque no ganamos nada lo disfrutamos un montón, el ambiente, los competidores algunos de talla mundial, ya solo verles era un verdadero lujo, parecía que fueran levitando, si no fuera por el sonido de las cuchillas.2015_Varsovia_adri20

2015_Varsovia_adri03En el viaje además de aprender la técnica del patinaje velocidad sobre hielo, pudimos conocer la preciosa ciudad de Varsovia. Visitamos la ciudad vieja, el palacio de la cultura y la ciencia y el parque real Lazienki… todo ello llamaba bastante la atención porque además de sus grandes dimensiones, todo es relativamente nuevo pues durante la Segunda Guerra Mundial se destruyó nada más y nada menos que el 90% de la ciudad, y lo que vemos actualmente son reconstrucciones.

 

Por añadido pudimos degustar los platos típicos de la zona, una mezcla entre cocina eslava y alemana, y la cocina típica del lugar. La mayoría de las comidas constan de un primer plato de sopa (Sopa de remolacha, sopa ácida…), que aunque yo no soy un gran apasionado de las sopas estaban riquísimas. Luego el plato principal puede ir desde unos ‘pierogi’ que son unas pequeñas empanadas rellenas de requesón, carne, patatas, espinacas… hasta un filete de ternera empanado acompañado de ‘chucrut’.

No se me ocurre otra palabra mejor para describir esta experiencia que: alucinante. Ir a practicar un deporte (que al menos de este modo no había practicado nunca) a un sitio así, es algo que sin duda recomendaría a todo aquel que tuviera la oportunidad. La impresionante pista en unas condiciones inmejorables, la cual la mayor parte del tiempo teníamos para nosotros, algo que aquí  sería impensable. La hospitalidad de la gente, algo que me dejó  bastante asombrado pues a pesar de que no nos entendíamos, todo el mundo estaba dispuesto a ayudarte. Y como no la excelente organización de todas las actividades por parte de Mónika, la guía y organizadora del viaje. En fin nos trataron genial. La verdad, es que ¡volvería sin pensármelo dos veces!

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